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La importancia de vestir la túnica cofrade
05.03.14 - Escrito por: Salvador Guzmán Moral
En la Edad Media la única pena canónica que existía era la práctica de la penitencia pública. El arraigo de esta costumbre convirtió en costumbre piadosa el amortajar con sencillas túnicas a los muertos convirtiéndolos en penitentes ante Dios.
Al surgir las cofradías de Semana Santa, se adoptará como símbolo de arrepentimiento este tipo de vestidura. La indumentaria penitencial de estos principios se compondría de una túnica amplia, algo corta, de basto lienzo crudo que se ceñía a la cintura con una soga de esparto que rodeaba también el cuello; iban descalzos y comúnmente se cubrían la cabeza con capirote corto y romo de la misma tela de la túnica.
La evolución histórica, estética y religiosa traerá cambios en la vestidura penitencial, y que en diversas variantes ha llegado hasta nuestros días. Así a la influencia de la loba o sotana, propia de nobles y clérigos, se le sumo el color negro con su significado de luto, y que en el siglo XVI se le añadirá la cola, siendo su mayor o menor longitud señal de mayor o menor sentimiento y dolor.
Más tarde se adoptará como vestidura penitencial o cofrade, la sotana con aberturas laterales por donde sacar las manos, larga cola, y como complementos un capirote más alto que cubrirá la cabeza, junto al cíngulo de esparto a la cintura.
Sobre este esquema básico las hermandades penitenciales, en los siglos XVII y XVIII, establecerán su propia vestidura. Se considerarán como telas más apropiada el lienzo en sus diversas clases (lino, cáñamo, estopa), pero siempre crudo, aunque también se usará el anjeo, llamado así por ser originario de Angers (Francia), y más adelante el ruan (nombre que designaba distintos tejidos de algodón que tenían en común su procedencia francesa: Rouen). En cuanto al color, en un principio, solo se usarían tres colores: el blanco, lienzo crudo en su color natural; el morado en sus diversos matices; y el negro, como el más generalizado. El capirote que en un principio era un sencillo cubre rostro de tela, irá creciendo en altura.
El siglo XIX, traerá la incorporación de numerosas variantes a la túnica cofrade como la combinación de colores, su confección en ricas telas como terciopelos o lanas, y nuevos complementos como capas, guantes, escudos, y calzado. Siendo el culmen en la estética cofrade la túnica juanmanuelina o macarena, diseñada por el insigne bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1888. Consistente en una sotana de lana merino blanca con botonadura verde y capa de la misma tela completamente circular, con tirador o fiador de cuello con borlón (similares a los usados por el clero en las albas de encajes) con escudo de la hermandad bordado a la altura del antebrazo izquierdo; cubriéndose los penitentes con antifaz de terciopelo color verde oscuro que se prolonga en forma de escapulario como es costumbre de la época pero sin esclavina, ya que cae directamente sobre los hombros y presentando en el frente el escudo bordado en oro.
Esta túnica sería distinta a las demás por dos motivos, la riqueza de los materiales y la consecuente vistosidad de la misma. Lo que explicaría que elementos de esta túnica cofrade de "estilo macareno" como la capa "juanmanuelina" fuera adoptada por numerosas cofradías sevillanas en muy poco tiempo y, en consecuencia, por numerosas hermandades en toda Andalucía a lo largo del siglo XX.
Dentro de unos días cuando lleguemos a casa, muchos encontraremos la túnica de nuestra hermandad ya preparada. El antifaz cubriendo el capirote de cartón, junto a la túnica colgada de una percha cayendo a plano para evitar arrugas, y junto ella el cíngulo o el fajín, y unas alpargatas o unos lustrosos zapatos pareados, como en una petición renovada a los Reyes Magos...
Y es que cofrade se puede ser todo el año, pero el gozo de ser hermano penitente de Semana Santa, sólo el día en que nos vestimos la túnica y salimos en procesión.
Por eso tiene tanta importancia el hecho de vestir la túnica de una cofradía, porque con ella representamos y expresamos nuestras creencias, al tiempo que reverenciamos a las generaciones de hermanos cofrades que nos precedieron y también la vistieron.
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