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Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

LA PURIFICACIÓN DE LOS TEMPLOS CRISTIANIZADOS

31.08.20 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

De vez en cuando nos encontramos con templos cristianos de una extraña estructura que rompe el modelo más o menos tradicional. Alguna vez hemos oído decir, por personas de cierta cultura, que la iglesia de la Asunción de Cabra estaba "hecha al revés". Y no les faltaba la razón, como vamos a tratar de explicar.

Al finalizar los periodos de guerras, las naciones "vencedoras" y sus iglesias trataban de aprovechar los templos, tomados o recuperados según el caso, para una utilización futura, borrando en lo posible los signos perturbadores y realzando lo que podía venir en beneficio de la nueva cultura religiosa. Muchos casos hubo de destrucción total de estos edificios y construcción de los suyos propios.

Sin embargo, con buen sentido, los poderes religiosos sabían que los antiguos "lugares santos" o sitios de peregrinación y retiro, aunque fueran de otras confesiones, seguían teniendo cierto atractivo para el pueblo.

Cuevas o santuarios en lugares remotos, junto a la confluencia de dos ríos o en sitio elevado, en los que había habido una persona sabia, santa, o simple curandera, o incluso una divinidad pagana, podían ser el motivo de la edificación de una ermita cristiana, en la que se solía colocar una imagen "milagrosamente" aparecida en su proximidad. Encontrada por un cazador, un pastor o un fugitivo de la justicia...

Y el tema solía funcionar. Se aprovechaba, sensatamente, el "tirón" secular de un asentamiento espiritual consolidado. Con cuatro ritos de "purificación" y algún arreglo material se hacía el cambio al nuevo sentir religioso.

Veamos el ejemplo de la ermita de Santa Ana o de la Soledad, actual parroquia de los Remedios.

La primitiva ermita de Santa Ana había sido reedificada a finales del siglo XV y principios del XVI, como ayuda de parroquia. Por entonces, el pequeño templo estaba completamente rodeado de huertas, en el llamado "Llano de la Vega". Durante varios siglos antes de su reedificación, iniciada por el año 1492, el edificio había sido utilizado como sinagoga judía. La expulsión de los judíos de España, dictada por los Reyes Católicos, llevó al abandono de este lugar de culto y asamblea.

Como era habitual en este tipo de edificios, tenía su puerta hacia Oriente, por lo que su entrada principal estaba en el lugar opuesto al que tiene hoy.

Se accedía a él desde el final de la actual calle de Pepita Jiménez, a través de un callejón ancho que lindaba con el templo judío por abajo y con las huertas por arriba. El callejón coincidía aproximadamente con el espacio que hoy ocupa la sacristía grande de la iglesia y la entrada a la sinagoga se hacía por el lugar que hoy tiene el Altar mayor de la ermita.

No es de extrañar esta situación en el extrarradio de la población, dada la preferencia judía para instalar estos edificios en lugares alejados del bullicio ciudadano, lo que les permitía preservar su intimidad y hermetismo social. Una sociedad que se basaba en una férrea endogamia, difícil de quebrar.

Los judíos construían sus templos con la puerta mirando a Oriente, como señal de la esperanza de recibir a su Redentor.

De modo que las iglesias cristianas deciden cerrar estas puertas y abrirlas en el lado opuesto, para indicar que su Redentor ya había llegado. Las ponen mirando a Occidente, salvo que haya problemas estructurales que lo impidan.

La iglesia egabrense toma, pues, esta decisión. Hay que cambiar la orientación de la sinagoga para "hacerla cristiana". Así es que, en la nueva ermita egabrense, se pone el altar mayor en la antigua puerta de entrada de la sinagoga y se labra una bonita fachada renacentista, hacia el año 1506, frente a la actual plaza de Aguilar y Eslava. Las obras acabarían en el año 1525.

Hacia el año 1554, la ermita de Santa Ana todavía era algo más reducida que en la actualidad. Llegaba solamente hasta lo que hoy es el retablo del altar mayor. Como ya hemos indicado, en el espacio que ocupa la sacristía principal seguía habiendo un callejón, propiedad de la cofradía y varios solares que pertenecían a particulares.

Este callejón, convertido en corral, estuvo vendido a censo por la cofradía desde el año 1631 hasta 1663, en que el Hermano Mayor, don Martín Rosales Aguilera, pide ante la Justicia local la ejecución del contrato y su recuperación para la cofradía. Lo había vendido a censo Bernabé de Puebla, en 1631, siendo Hermano Mayor de la cofradía.

En ese espacio, ahora recuperado, se iban a labrar el camarín de la nueva imagen de la Soledad y una sacristía.

Cuando se convertía estos edificios en templos cristianos, el pueblo solía bautizar la calle que llevaba a ellos como calle de la Cruz, lo que justifica el nombre de la vía que desemboca en el actual llanete de la ermita.

Hay que tener en cuenta la importancia de la comunidad judía egabrense durante la Edad Media. Una comunidad que desaparecía oficialmente en el año 1492 pero que conservó en Cabra una representación importante a lo largo del siglo XVI, con la aparente conversión en cristianos nuevos de muchos egabrenses que, en la clandestinidad, siguieron practicando la fe de sus mayores.

Entre ellos hubo médicos y boticarios de fama como los parientes de don Luis de Aguilar y Eslava, protegidos, de algún modo, por los duques de Sessa y condes de Cabra.

Grandes "contadores" y administradores de sus propios bienes y de los de los señores del lugar, como la rama egabrense de los Delgadillo de Lucena y Écija, los Molina o los parientes de Cambalache, fundador de la capilla de San Juan de Letrán, en Santo Domingo, todos ellos sospechosos de prácticas judaizantes que rara vez fueron juzgadas por el Tribunal de la Inquisición.

Una población de costumbres muy austeras, grandes ahorradores, que podía sufrir el rechazo popular por sus casi habituales prácticas usureras. Recordemos, el escrache que se solía hacer ante las casas de los judaizantes en la tarde del Viernes Santo, tras recogerse la procesión de Jesús Nazareno. Una función popular conocida como la "Judiada", que servía para humillar a personas como el boticario Gonzalo de Aguilar, en su casa del Albaicín.

En el siglo XVII, especialmente, varias de estas familiar litigaron para conseguir una declaración pública de "nobleza de sangre" o de "cristiano viejo" para poder aspirar a determinados puestos públicos y eclesiásticos o a ingresar en alguna de las Órdenes Militares. Había que hacer desaparecer cualquier dato que les relacionara con un pasado judeo-converso.

La Sinagoga de Cabra pudo tener una planta y tamaño similares a la actual ermita, ya que hay constancia de sinagogas antiguas, de localidades medianas, en las que había una nave central, con otras dos laterales, más pequeñas, separadas por columnas. Una de las naves laterales solía ser la dedicada a las mujeres. La otra tenía espacios para el estudio u otros fines.

Aunque hay noticia de lujosas sinagogas judías, la de Cabra debió ser un templo modesto, tipo santuario, dedicado preferentemente a la reunión y al rezo.

El modelo básico de sinagoga suele disponer de un local donde se reúne la asamblea, un candelabro de siete brazos, un sitio elevado o tarima donde se realiza el culto y un lugar santo, un armario o arca sagrada, donde están guardados los rollos de la Toráh dada a Moisés por Dios. La tarima o lugar elevado es el equivalente del altar de los templos religioso, con una mesa grande o bufete en el que se coloca el rabino que lee la Toráh. Al lado, en la pared que mira a Oriente, solía situarse el "Arca Sagrada". En un lugar preferente solía colocarse el llamado "Sillón del profeta Elías", que se empleaba para la ceremonia de la circuncisión.

Algo similar ocurría con las mezquitas árabes.

En el caso de la iglesia de la Asunción, viejas crónicas nos hablan de la existencia, en dicho solar, de un templo griego dedicado a la diosa Fortuna.
Más aceptable es la posibilidad de ser la sede de la vieja iglesia cristiana que rigieron los obispos egabrenses, entre los siglos I y VIII de nuestra Era.
Un templo del que no se conservan restos y que pudo tener una disposición similar a la actual, aunque de un tamaño mucho menor.
Orientado hacia el este, por necesidades de tipo estructural, estratégico y político, tendría a todo su alrededor un considerable espacio abierto, un lugar ideal de mercado y de reunión de los vecinos para sus asambleas y celebraciones.
Era bueno, también, que diera frente a la Puerta o Arco de Villa, entrada oficial a la población por entonces.
Una posición que no cambiarían los árabes al convertir el templo cristiano en mezquita árabe.
El mihrab o lugar santo estaría en dirección sur, como era habitual en las mezquitas andaluzas.
De modo que los árabes, durante los cinco siglos que ocuparon Cabra, mantuvieron la forma del edificio visigodo, que dividieron en tres naves, separadas por columnas.
La mezquita, pues, tendría la forma y tamaño que ocupan las tres naves centrales de la iglesia actual, con sus límites en el comienzo del coro y el graderío del actual presbiterio.
Donde se inicia el graderío actual del presbiterio estaba la puerta principal de entrada a la mezquita, con un minarete junto a ella.
Así se mantendría hasta la recuperación de Cabra por el rey Fernando III el Santo en el verano de 1240. Un proceso en el que no hubo lucha ni asedio, sino que fue el resultado de una negociación en la que los gobernantes árabes de Cabra accedían a devolver el control al monarca a cambio de una serie de garantías sobre su permanencia en la localidad y la conservación de sus bienes y algunos de sus privilegios.
Según las crónicas, el Rey Santo ordenó al obispo cordobés don Lope de Fitero purificar la mezquita, como había hecho antes con la de Córdoba, para adaptarla a los ritos cristianos. Como era su costumbre, la nueva iglesia cristiana tomaría el nombre de Santa María y Ángeles, especial devoción del monarca.
Don Pascual Madoz afirma que la Orden de Calatrava ordenó, después, levantar un templo gótico sobre la antigua mezquita, algo que puede ponerse en duda, ya que la estructura básica de la iglesia actual mantiene el esquema de la mezquita árabe, a la que se fueron añadiendo, a lo largo del tiempo, un ábside de planta cuadrangular a mediados del siglo XIV y dos naves laterales más, con el mismo tipo de soportes y columnas, desde finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI.
Y sería entonces, al finalizar la Guerra de Granada, cuando las autoridades eclesiásticas tomaron la decisión de cambiar la orientación del templo.
Se acuerda cerrar la puerta principal y poner el Altar Mayor en dicho lugar, con la construcción de un coro bajo y una pequeña sacristía en el lado opuesto de la iglesia, en el antiguo ábside.
El siguiente problema consistía en decidir el lugar para abrir una o varias puertas de entrada al templo. Lo normal hubiera sido hacerlo a los pies de la iglesia, a ambos lados del coro actual. Pero convenía que éstas estuvieran cerca del castillo y de la entrada a la Villa. Es decir, en el centro político de la población.
Ponerlas en la fachada occidental no parecía adecuado, dada la proximidad a la misma de las casas de los vecinos, sin una plaza amplia que le diera realce.
De modo que se decide hacer tres puertas.
Una en la fachada norte, frente a la entrada del castillo y la llamada Plaza Alta. Otra en la fachada sur, la principal, que daba a la calle Mayor.
La tercera, junto al coro, de menor importancia.
Como curiosidad, diremos que el suelo de la iglesia seguía siendo de ladrillo y que las tres puertas eran trianguladas.
Se recuperaba así la orientación típica de los templos cristianos, conscientes de la llegada de su Redentor y su proyección hacia Occidente. No obstante, desde el punto de vista estético y funcional, la solución no era buena.
Los fieles entraban y salían de la iglesia a la altura del presbiterio, con los consiguientes problemas de interrupción, distrayendo a los asistentes a las funciones religiosas.
Por otra parte, el oficiante tenía que recorrer todo el templo, sorteando personas, para ir de la sacristía al presbiterio.
Se había construido una "iglesia al revés".


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