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La identidad de nuestra Semana Santa
02.03.14 - Escrito por: José Manuel Jiménez Migueles
Que Cabra tiene una gran Semana Santa no lo dudo. Las hermandades rinden culto a sus Titulares cada vez con mayor respeto y elegancia. Las cofradías trabajan durante todo el año para mantener y reforzar el sentido religioso y comunitario que toda agrupación de fieles debe tener y, cómo no, luchan encomiablemente para costear su día a día, implicarse en labores sociales y caritativas y, claro está, para que todo el conjunto de valores del que hacen gala durante 364 días brille con luz propia el día de la estación de penitencia.
No me cabe la menor duda que, aunque para gustos los colores, el aparato externo de nuestra Semana Mayor es cada vez más potente: grandes pasos tallados y dorados se han incorporado en los últimos años; se han ampliado varios pasos de misterio; se traen buenas y caras bandas; las vírgenes cada vez están mejor ataviadas y, en la calle, nuestra compostura, las composiciones musicales y los cambios que los pasos hacen de ellas y nuestro protocolo no tienen nada que envidiar a ninguna cofradía de Andalucía, que para eso somos seguidores de la sevillana manera.
Pero, ¿eso es todo? ¿Nos quedamos en la autocomplacencia? ¿Hay aspectos mejorables? Obviamente, cada hermandad tendrá los suyos, pero no es ahí donde quiero entrar. Hablo del sentido identitario de nuestra hermandad. ¿Estamos los cofrades de Cabra verdaderamente identificados con nuestra Semana Santa o, simplemente lo estamos con nuestras propias hermandades? ¿Es posible que, desde la autocrítica, seamos capaces de sentar las bases para que los más jóvenes se enganchen a nuestras cofradías? Y es que, una vez renovado y mejorado el aparato estético de nuestra Semana Santa, quizás sea necesario pararse a reflexionar sobre si estamos haciendo algo mal, habida cuenta de que, al menos así lo ve el que escribe, en los últimos años las generaciones más jóvenes de cofrades no empujan con la fuerza que empujaban cuando tenían 20 años los cofrades que ahora tienen 30, 40 o 50.
Desde nuestra altiva atalaya descalificamos Semanas Santas como las de Lucena o Puente Genil porque ni nos gustan sus formas ni nos gusta su fondo y, mientras allí el pueblo se concentra en cuadrillas de santeros así como en cuarteles y corporaciones bíblicas haciendo, durante ocho días, de su Semana Santa algo verdaderamente excepcional en cuanto al apoyo ciudadano se refiere, aquí plantamos autobuses en la Madrugá sin el más mínimo rubor y sabemos mejor quien talló al Cachorro que quien esculpió al Cristo de las Angustias. Y, por supuesto, sabemos cómo empieza Coronación de la Macarena pero no cómo acaba Martirio.
No estoy hablando de que Cabra se convierta en una ciudad de cofrades dispuestos a ayudar a cualquier cofradía. Que va. Cada cual debe tener la suya y respetar las demás. Lo que estoy diciendo es que tenemos que luchar por nuestra tradición cofrade con la misma entereza con la que luchamos por nuestra tradición septembrina. Y transmitirla de verdad a los que vienen por detrás. Y para eso hay que unirse, pelear, trabajar, creer. Se sorprenderían muchos cofrades egabrenses si conocieran cómo las dos ciudades antes citadas protegen y transmiten su esencia a los más pequeños. Desde el ámbito privado hasta el ámbito público son muchas las actividades que se organizan para dar a conocer lo que tienen, trabajando codo con codo y siendo una sola voz cuando la ocasión lo requiera, mientras que aquí, últimamente, la preparación de eventos sólidos, con participación intercofradiera y trascendencia aunque sea provincial, brillan por su propia ausencia, acomodados como estamos en el brillo satisfactorio de nuestra hermandad en particular.
Muchas veces entono el mea culpa. Pienso que cofrades como yo, que conocen otras Semanas Santas tan bien como la mía, somos en parte responsables de la pérdida de identidad de nuestra fiesta pero también hay veces que pienso, como hoy, que si todos juntos, con esfuerzo, humildad y creatividad nos pusiéramos a remar nuestro rumbo sería mucho más cierto y no faltarían pasajeros que lucharan por no salirnos del camino. Y no hubiéramos permitido la situación que vivió la Agrupación de Cofradías hace pocos meses con la elección de su presidente. Y, por supuesto, no dejaríamos sin respuesta tanta crítica fácil de tanto personaje que observa con satisfacción, publicándolo, nuestros propios errores.
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