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Domingo de Ramos. Año nuevo.
12.04.14 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Ni Nochevieja, ni uno de enero, "ni ná". Mañana es año nuevo. Sí, el primer día del año, esa primera mañana tan anhelada que parece no llegar nunca. En el calendario egabrense, en el anaquel de la memoria del cofrade, mañana será año nuevo. Hará falta muy poco para que lo sepamos. Mañana sonarán las verdaderas campanadas de júbilo cuando las palmas se enarbolen en el aire renovado que estrena Cabra y nuestros campanarios repiquen a gloria. ¿O es que cuando las campanas de esta noche suenen sobrevolando los tejados, a eso de las doce, no nos sabe a año nuevo? Otro Domingo de Ramos, otro principio del todo.
Año nuevo porque mañana todo se estrena, como el olmo viejo de Machado que por primavera resucita. Color, olor, sentidos, vista, tacto, sonidos, fe, devoción. Y la luz, esa luz de domingo de estreno que descorre los cerrojos de nuestros interiores, abre las ventanas, y nos lanza a un auténtico baño de vida bajo el sol que ya escaló por la sierra y se alza para que Jesús, el hijo del carpintero, conquiste la ciudad, con la verdad de su amor, sobre los acordes inocentes de una legión infantil -benditos ellos porque vienen en nombre del Señor-.
Claro que es año nuevo. Se escapa con la misma fugacidad que pasa un año. Año nuevo que se siente hasta en el andar y en la mirada, cuando volvemos a la puerta del templo de la infancia, al retablo imaginario de los sueños. Todo tiene la inocencia y la pureza del estreno. Allí estará el recuerdo, ¡ay!, ese recuerdo que llega como el tiempo cayendo de bruces sobre los hombres y mujeres de este pueblo. Año nuevo que llega con trajes recién planchados, almendras garrapiñadas, espuma de escarcha con nombre de cruz, zapatos abrillantados y globos para los niños, mordiscos de helados y tambores redoblando sobre cinturas que apenas levantan dos palmos del suelo. Las mejores galas son para mañana. Las que se ven y las que no se ven. En ningún día como mañana, la ilusión va tanto por dentro como por fuera. Todo es sonrisa, que al cielo levanta su mirada azul.
Año nuevo porque así lo han pregonado las vísperas mientras nosotros hemos ido encargándonos de consumirlas en sorbos continuos, hasta bebérnoslas todas y no saciarnos de ellas. Nos lo creemos porque en el horizonte siempre parece anunciarse las mejores y más auténticas melodías del concierto de año nuevo: "Cofradías Egabrenses" y "La Cruz Parroquial", aunque sus notas hayan enmudecido en este día hasta no se sabe cuándo. Pero ahí siguen y perviven, en el prodigio del recuerdo que todo lo trae. Si hay cosas que no están, nosotros las imaginamos porque las pudimos vivir para contar.
Mañana de Ramos que es de año nuevo con capuchones amarillos, destellos blancos de túnicas y niños hebreos, esos otros -también verdaderos- carteros reales que caminan recogiendo las cartas de todos los que esperamos con renovadas ilusiones, en las que escribimos nuestro más ansiado deseo: vivir para otro Domingo de Ramos y estrenar el año.
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