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Reflexiones sobre la fotografía en la Semana Santa de Cabra y el concurso del cartel (I)
07.02.17 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
 Una vez presentado el cartel de nuestra Semana Santa, tras haberse desarrollado la XXXI edición del Concurso Nacional de Fotografía de la Semana Santa de Cabra, conviene plantear una profunda reflexión entre los distintos actores que intervienen, tanto los organizadores como los participantes.
Año tras año, surgen ciertas tensiones que no terminan de resolverse y que, muy al contrario, se van enconando y no se proyectan en una reflexión, tan necesaria como sana. Por eso, públicamente, me gustaría aportar mi punto de vista en esta cuestión.
Es indudable, el importante peso específico que tiene este concurso en nuestra Semana Santa. En sus treinta y un años de existencia (probablemente, de los concursos de esta temática más veteranos en Andalucía) ha contribuido, y lo sigue haciendo, al desarrollo de la actividad fotográfica en torno a la Semana Santa y sus cofradías, generando, así, un banco de imágenes bastante extenso, que luego tienen utilidad para las cofradías y otras entidades a la hora de elaborar material de difusión, boletines, carteles, etc. El concurso crea afición, fomenta la fotografía de nuestras cofradías (y que tanta utilidad tiene en éstas), apoya esta expresión artística y se vale de ella para anualmente plasmar la imagen de la Semana Santa de Cabra a través de un cartel.
Eso sí, y aquí entramos en la reflexión. Hay un sentimiento extendido en el círculo cofradiero egabrense, que pone el acento en un estancamiento del concurso. La sensación que desprende cada convocatoria, sobre todo en los últimos años, es que la variedad fotográfica de los trabajos sigue siendo, en resumen, casi la misma, lo de siempre, redundando en las mismas perspectivas y modelos, en fotografías que parecieran reproducir, año tras año, ideas ya muy usadas. Todo ello, unido a una disconformidad, por parte de un importante sector de los participantes habituales, ante el funcionamiento del concurso, han hecho que a día de hoy este evento haya perdido parte de su vitalidad. Por consiguiente, la reflexión debe centrarse en estos dos aspectos: el funcionamiento del concurso y la propia fotografía como elemento novedoso.
En referencia al primer punto, este año el concurso ha registrado un notable descenso de participación, a causa del descontento de un grupo de fotógrafos egabrenses que llevan mucho tiempo fotografiando la Semana Santa y que bajo el nombre de la asociación a la que pertenecen, entienden que hay que realizar una serie de modificaciones en las bases con el objeto de mejorar el propio concurso. Como participante, comparto algunas cuestiones que plantean. No pienso entrar en las diferencias que puedan existir entre la organización del concurso y la asociación de fotógrafos. Ambas partes tendrán que entenderse, cada una con sus razones. Pero más allá de todo esto, hay que partir de una máxima esencial: el concurso se debe al interés general, no al interés de nadie ni de ningún grupo; el concurso no puede estar hecho a la medida de nadie, ni de ningún grupo. Los participantes, por muchos que seamos, que lo hagamos a título particular o en forma asociativa, tenemos derecho a mostrar nuestra opinión y pareceres, pero ante todo, no deberíamos tensar la cuerda hasta el punto de situar el conflicto en una situación extrema. Eso no lleva a nada, al contrario.
Dicho esto, es cierto que quizás podría plantearse algunos puntos que reivindican. Por ejemplo, el hecho de que el fallo del jurado se realice después de la exposición es uno de los temas de debate o conflicto. En la mayoría de los concursos de fotografía, de toda índole, es cierto que el fallo del jurado se realiza antes de la exposición de todos los trabajos fotográficos. En el caso de Cabra se hace al contrario, con la idea de fomentar la asistencia de público, generar expectativa y potenciar la opinión de los visitantes a través del voto popular como se ha hecho en las últimas ediciones. Es indudable que la exposición de fotografías en este sentido, sin conocer todavía la imagen que será cartel, potencia la atracción de personas y cofrades. Por otro lado, el hecho de que las fotografías estén expuestas durante varios días antes de reunirse el jurado, provoca que se puedan generar ciertas corrientes de opinión entre asistentes, cofrades y participantes, enturbiando, así, el propio concurso cuando todavía no se ha reunido el jurado. Algunas personas argumentan que la situación actual, permite que ciertas fotografías se vean perjudicadas, ante la posibilidad, durante la exposición, de influir a miembros del jurado hacia la elección de tal o cual fotografía, o que tal o cual hermandad sea la protagonista del cartel.
Con esto no quiero afirmar que sea efectivamente así, sólo que un sector de los participantes entienden que este hecho puede darse. Considero que siempre se levantan rumores exagerados, que la ficción nada tiene que ver con la realidad y que a fin de cuentas, el miembro del jurado no se deja influir por nadie. Pero abiertamente, pienso, que hemos llegado a este punto, de plantear hacer la exposición después del fallo del jurado, simple y llanamente porque algunos participantes usan su presencia en la exposición para formular opiniones y valorar fotografías de otros compañeros de forma indiscreta. Lo que debería ser un momento distendido contemplando fotografías, se convierte a veces en minutos de tensión y desagradables por esos comportamientos indebidos.
La solución, aquí, en este extremo, es bien sencilla y depende de nosotros: los participantes. La organización está en su derecho de seguir reservándose esta opción: el fallo del jurado después de la exposición. Nosotros, los participantes, sólo debemos hacer una cosa: asistir a la exposición, ver las fotografías y disfrutar con los compañeros contemplando el trabajo propio y el de otros. Nada más. Dejar las opiniones contrarias y beneficiosas a un lado, no hacerlas allí en público ante otros visitantes, compañeros y miembros de la organización. Comportarnos, al fin y al cabo, como personas maduras; no como niños. Ser conscientes de que si todavía no hay fallo del jurado, hay que ser cautos y respetuosos; y sobre todo, discretos. Vaya por delante que entiendo la reivindicación de esta asociación en este sentido, pero en nuestras manos estará también evitar en lo posible situaciones violentas mientras el procedimiento actual se mantenga.
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