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¿HASTA CUÁNDO?
19.04.17 - Escrito por: Alex García Rosal
 Uansaponataim... había una casa muy muy antigua... según se mire, la casa más importante de todas.
La casa fue heredada y sucesivas generaciones se fueron haciendo cargo de ella. Y fue pasando de mano en mano, siendo cuidada y conservada de mejor o peor manera. Concretamente, de mejor a peor manera.
La casa tenía un hermoso y colorido jardín en la parte delantera compuesto de hermosas flores moradas y negras y férreas rocas que lo escoltaban. También tenía un hermoso tejado con un amplio templete, que aunque quizás pudiera elevarse de mejores maneras, se presentaba con solemnidad ante la mirada de quienes contemplaban la casa.
Tiempo ha, hubo un hombre que se encargó mucho tiempo del jardín. Y sus sucesores intentaron dedicarse del jardín de la misma manera que su antecesor.
En tiempos más cercanos la casa empezó a estar cada vez más y más desatendida, y faltaba personal para el jardín y los tejados. A la casa le empezaron a salir goteras y desconchones, y había que ir arreglándolos. Aunque al final todo se convirtió en parches. Año tras año.
Y, ¿hasta cuándo dura un parche?
Las personas encargadas de gestionar la casa empezaron a pedir favores.
El resto de los mortales, cuando nos piden un favor, tendemos a aceptar e ir a ayudar considerando que lo hacemos de la mejor y más humana manera posible. ¿Para qué estamos aquí sino? Si no es por la solidaridad... si no es por la fraternidad... si no es por la hermandad...
Lo malo es cuando el que pide los favores se acomoda pensando que siempre va a venir alguien a última hora a sacarle las castañas del fuego.
La casa tenía el jardín desatendido, y goteras en el tejado, el cual años antes se habían empeñado en que no tuviera un voladizo inmóvil y se moviera de más sevillanas maneras. Y no tenía quien le arreglara el jardín, ni quien le reparara las goteras.
Para cuidar una casa, y hacerlo en condiciones hay que estar pendiente todo el año. TODO EL AÑO. No te puedes acordar de preparar tu casa para que luzca en primavera cuando te quitas la máscara en febrero. Porque lo que puede pasar es que la máscara se caiga sola de la vergüenza.
El momento más peligroso es cuando la casa se queda sin gente que le haga los favores, y se dé el delicado momento de ver como la casa se cae de un día para otro mostrando públicamente una situación vergonzante. Vienen las prisas, las urgencias, la vergüenza propia y ajena, e inevitablemente el desastre. El desastre.
Y, ¿hasta cuándo el desastre?
Sin embargo, hubo una fecha señalada y gloriosa, en que varias casas antiguas y nuevas de este pueblo se reunieron para la celebración de un magno evento. Y esta señera casa se volvió a enrolar en la aventura de la celebración. Volviendo a demostrar que no estaba para grandes festejos. Los festejos se quedan aparte, pueden ser solo la punta del iceberg, solamente la punta de lanza, que podría venir más al pelo, la verdadera cuestión es la gestión y organización. Si no se es capaz de celebrar en condiciones tu día, si para ello has de pedir favores, meterte en honduras de celebrar un acto del que se puede prescindir, muestra de nuevo, y públicamente las carencias.
Prioriza, gestiona, organiza... tu día, tu casa, y déjate de fiestas superfluas. De nuevo los favores, de nuevo las prisas, de nuevo las vergüenzas, de nuevo el desastre.
Hay que empezar poco a poco, pero hay que empezar. Y priorizar. Si quieres el jardín, con flores, o con rocas, busca jardineros; si quieres el tejado con su amplio y solemne templete, busca albañiles, que lo muevan o que lo empujen con unas ruedas. Pero no se puede intentar llevar todo adelante cuando no se gestiona, cuando no se está pendiente, ni se tienen ni jardineros, ni albañiles, ni electricistas. Y además llega el punto en que hay que ir a buscarlos fuera.
Hay que ser muy responsable cuando se está a cargo de una casa. Y más de una casa antigua y muy importante en esta ciudad. No es una casa cualquiera. Y se ha dedicado a quemar y aburrir a buena gente que ha intentado hacer su trabajo lo mejor posible.
Pero las cosas no pasan por casualidad. Y cuando quemas a buena gente, al final te quedas solo.
Porque ya no se puede mirar más hacia otro lado, porque la vergüenza es colectiva. Porque una casa antigua en Cabra no puede seguir así. NO PUEDE SEGUIR ASI.
¿Hasta cuándo, Dios mío, hasta cuándo?
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