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María, Madre de la Iglesia. Un título para la Virgen del Rosario
03.03.18 - Escrito por: @anrajimo
 Al recibir la noticia de la inclusión de esta memoria de la Virgen en el calendario romano general, he recordado aquellos finales de los años 80 del siglo XX que, aunque empiecen a estar lejanos en el tiempo, vienen a la memoria con especial cariño y en los que se incluyó el título de Madre de la Iglesia para la Virgen del Rosario.
Fue en 1984 cuando se empezó a gestar la reorganización o mejor fundación de la cofradía de la Virgen del Rosario y pensar en su integración en lo que había sido la antigua cofradía del Calvario. En 1985 se realiza la nueva imagen de la Virgen del Rosario dolorosa, que realiza Salvador Guzmán Moral y que supone un verdadero hito en la imaginería local del momento. Fueron muchos los momentos compartidos con mi buen amigo y hermano cofrade y con la ilusión puesta en la que sería su primera obra para una cofradía que, por tanto, iba a formar parte de las procesiones de la Semana Santa de Cabra y de su historia.
Eran años de intensa renovación en las cofradías con un verdadero resurgir e impulso en muchas de ellas. Recuerdo con especial intensidad los trabajos que veníamos llevando a cabo en la cofradía del Huerto y que, en general y de forma muy clara, incidieron en una nueva manera de trabajar y dar sentido a las cofradías en Cabra.
La nueva cofradía de la Virgen del Rosario preparaba su incorporación de pleno derecho a la entonces Asociación General de Cofradías de Semana Santa de Cabra y para ello había que elaborar unos estatutos pues no era posible su salida procesional sin que los tuviera aprobados. Nos pusimos a trabajar codo con codo con el equipo que puso en marcha el nuevo resurgir del Cristo del Calvario como titular cristífera y se pensó, acertadamente, mantener el Lunes Santo como día para la salida procesional.
No podemos olvidar que durante muchos años era ese día cuando se bajaba el Cristo desde la ermita del Calvario a la iglesia de la Soledad y estaba en el imaginario colectivo que el Lunes Santo había de ser, claramente, el día del Calvario en la Semana Santa de Cabra. Así lo decidió la junta de gobierno que presidía Manuel Herrero Alcántara, impulsor de aquel movimiento y serían dos pasos los que tendría la nueva hermandad: el Cristo del Calvario y la Virgen del Rosario.
Cuando en 1986, el día de la Candelaria, se presenta y bendice la nueva imagen, se hicieron las gestiones oportunas para que fuera un fraile dominico, promotor general del Rosario quien presidiera dicho acto, que tuvo gran importancia y significación. Poco después se fue terminando la elaboración de los primeros estatutos que tendría la nueva hermandad y tuve el honor de poder participar en su redacción.
Ahora, con el paso de los años, parece que la recuperación de la Historia y de los avatares de las cofradías egabrenses ha estado siempre en candelero, pero cabe destacar que fueron también aquellos años 80 importantísimos en la tarea de recuperación y entronque con la historiografía cofrade para no olvidar que estábamos ante un fenómeno de siglos y que no debía dejarse atrás lo que se guardaba en archivos o desvanes. Un grupo de buenos amigos cofrades y el papel de historiadores locales, como el profesor Antonio Moreno Hurtado, estuvimos impulsando también este decisivo tema que ha permitido hoy contar con casi toda la historia cofrade de Cabra actualizada y divulgada, cuando entonces era casi desconocida por la mayoría.
Pero volvamos a lo que nos ocupa hoy recordando el inicio de la cofradía del Calvario con la Virgen del Rosario, Madre de la Iglesia, como primera titular mariana.
En 1987, cuatrocientos años después de la existencia de la primitiva y antigua cofradía del Calvario de Cabra, una hermandad con este título volvía a tener sus estatutos aprobados por el titular de la silla de Osio. Fue un 9 de febrero cuando el entonces obispo de Córdoba, monseñor Infantes Florido, firmaba el decreto por el que se erigía la nueva cofradía del Calvario y Rosario de Cabra.
En la redacción de aquellos primeros estatutos buscamos bien la justificación del nombre de la hermandad. Y así se incidió especialmente en que llevara el calificativo de Cofradía de Penitencia, para remarcar ese carácter a diferencia de las hermandades rosarianas de clara condición letífica. No fue lo único que estudiamos a la hora de conformar el nombre completo e, igualmente, para potenciar el carácter eclesial de la advocación mariana, se pensó en algún calificativo que pudiera remarcarlo.
En 1980 se había incorporado el título Madre de la Iglesia a las Letanías del Rosario y en 1986 se autorizó este mismo título en diversas celebraciones. El 15 de agosto de 1986, solemnidad de la Asunción de la Virgen, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a iniciativa del santo papa, promulgó el ejemplar Collectio Missarum de Beata Maria Virgine ("Misas de la Virgen"), en el que se recopilaron 46 formularios de Misas marianas, de nueva y vieja factura, con textos propios, bíblicos y eucológicos. Tres de esos formularios para el tiempo ordinario se dedicaron a María, Madre la Iglesia y como recogía uno de sus preámbulos, podíamos conocer el origen de este título:
"El día 21 de noviembre de 1964, al terminar la III Sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI, durante la celebración de la Misa, declaró a María Santísima «Madre de la Iglesia, esto es, de todo el pueblo cristiano, tanto de fieles como de pastores, que la llaman Madre amorosísima» (AAS 56 [1965], p. 1015) Y determinó que «en adelante, todo el pueblo cristiano, con este nombre gratísimo, honre más todavía a la Madre de Dios».
A partir de entonces, muchas Iglesias particulares y familias religiosas empezaron a venerar a la Santísima Virgen con el título de «Madre de la Iglesia». El año 1974, para fomentar las celebraciones marianas del Año Santo de la Reconciliación (1975), se compuso esta Misa, que, poco después, en la segunda edición típica del Misal Romano, fue incorporada a las Misas votivas de Santa María Virgen.
El formulario contempla las múltiples relaciones que vinculan a la Iglesia con la Santísima Virgen, pero sobre todo celebra la función maternal que Santa María, según el beneplácito divino, ejerce en la Iglesia y en favor de la Iglesia"
Se estaba empezando a preparar la que sería sexta encíclica del papa Juan Pablo II que finalmente llevaría el título Redemptoris Mater y que destacaba el papel de María en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. No hay que olvidar que ya en el siglo IV, San Ambrosio de Milán había usado el título de Madre de la Iglesia para la Virgen María. Sería mucho después cuando la mariología de Hugo Rahner, siguiendo de cerca al padre y doctor de la Iglesia, "ve a María en su papel de madre dentro de la realidad de la Iglesia".
Y como señalan varios autores, esta interpretación, "basada únicamente en San Ambrosio cuya visión mariológica redescubrió, y junto a los escritores tempranos, influyeron grandemente en el Concilio Vaticano II y sobre Pablo VI que, citando a Ambrosio de Milán, declaró a María "Madre de la Iglesia". La misma visión mantuvieron los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, este último en específico acreditó la postura de Hugo Rahnrer (María y la Iglesia. Ediciones Cristiandad, 2002) diciendo que "el gran logro de Hugo Rahner fue su redescubrimiento en los Padres (de la Iglesia) de la indivisibilidad entre María y la Iglesia".
Por tanto, a la hora de concretar el título en el nombre de la cofradía, no se dudó en que el más indicado para la Virgen del Rosario era el de Madre de la Iglesia, que ha mantenido desde entonces. Y no fue una ocurrencia sin sentido sino que entroncaba en una tradición vigente que hoy cobra actualidad en la Iglesia católica: el papa Francisco ha establecido esta memoria obligatoria de la Virgen como Madre de la Iglesia en el calendario romano.
La imagen de Nuestra Señora del Rosario, Madre de la Iglesia, refleja en su título lo que supone un referente que enlaza con esta tradición eclesial y con la especial vinculación que, desde el siglo IV ha venido haciendo de María «madre, / fecunda por la acción del Espíritu Santo / y solícita por el bien de todos los hombres» (Prefacio), de quien la Iglesia, «imitando la caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se convierte también ella en madre por la Palabra de Dios recibida con fe, ya que por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva y la inmortalidad a los hijos concebidos del Espíritu Santo y nacidos de Dios» (LO 64).
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