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Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

Rosario del Cielo

07.10.16 - Escrito por: Angel Jesús Maíz Tejero

En las actas del Capítulo Provincial de Orvieto de la Orden de Predicadores (dominicos), año 1261, se mencionan los contadores de Padrenuestros del tipo de "hilos" que usaban los hermanos conversos. Del mismo género eran, al parecer, los que usaban Santa Inés de Montepulciano, 1317, y otras dominicas de los siglos XIII, XIV y XV. El historiador P. Mezard examina dieciocho casos de dominicos anteriores a Alano de la Roche que llevaban "corona, rosario o paternóster", como más generalmente se le llamaba.

El que Santa Catalina de Siena regaló al padre de su amiga Alesia tenía cien cuentas. Igual que el del beato Marcolino de Forli, dominico de la misma época. Hasta en esos "hilos" prendió el lujo. En uno de 1333, el "hilo" tenía tres cuentas de ámbar, dos de cristal, dos de coral, etc. El Capítulo provincial de Orvieto de 1261 manda a los hermanos conversos traer un paternóster que no sea de ámbar ni de coral. Pero no indica el número de cuentas ni de avemarías que agregaba a los Padrenuestros.

Es obvio que en tiempo de Santo Domingo no existía el rosario-objeto devocional tal y como lo conocemos hoy. Existía, no obstante, un tipo de "contador" para el rezo múltiple del Paternóster y se llevaba a la vista. Cuando el beato dominico Marcolino de Forli, siglo XIV, rezaba a diario cine Padrenuestros y cien Avemarías, llevaba las cuentas a la vista ?en palabras del beato Juan Domínici- y lo hacía "siguiendo la costumbre de los hermanos conversos". Tal contador de Padrenuestros era muy usado por los dominicos pero es de uso anterior a ellos y figura en estatuas y en sepulcros, aunque con diez o doce cuentas solamente. Estas cuentas eran corredizas y otras estaban formadas por nudos; ambas fueron usadas también para el rezo del Rosario, ya que éste no lo tuvo propio al principio hasta que se estableció ya la fórmula rosariana. En la primera época es difícil identificarlos como contadores de Padrenuestros o de Avenarías. Aparecen frecuentemente como "hilos de cuentas".

El rezo arrodillado del Ave María era una práctica en la Orden dominicana legislada por el propio fundador. El beato Raimundo de Capua, sucesor de santo Domingo, escribe que fundó una milicia de seglares ? "Milicia de Jesucristo"- vinculada a la Orden. A sus miembros les mandó "rezar a diario un cierto número de Padrenuestros y de Avemarías que rezarían en lugar de las horas canónicas". Gregorio IX, en la bula que aprueba esta Milicia, establece que por cada hora canónica digan siete padrenuestros y por cada hora del oficio de la Virgen siete Avemarías. Esos cuarenta y nueve Padrenuestros y cuarenta y nueve Avemarías se diría que son la confirmación pontificia a lo establecido por santo Domingo. Empieza a aparecer el primer elemento del Rosario. Era alabanza a María y protesta también contra los albigenses que negaban que María fuese madre de Cristo. Así lo atestigua el escritor Moneta de Cremona.

En la "Regla de San Sixto" del convento de las dominicas de San Sixto en Roma y, dada por Santo Domingo, mientras las monjas de coro tiene que rezar el Oficio divino, a las "legas" les impuso el rezo de "una guirnalda". Y en el convento de dominicas de Santo Domingo el Real de Madrid ? el único de monjas que fundó personalmente Santo Domingo en España- hay un códice en pergamino que dice: "copiado del antiguo que se usaba cuando el Santo fundó el convento." En él se reglamentan los rezos; y el número de Ave Marías es numeroso y lo han de hacer muchas veces. Así, por ejemplo, al levantarse dirán "en los días feriales 28 Pater noster y otras tantas Ave Marías". La regulación de los rezos para los novicios, en el Oficio de la Virgen, es muy interesante como consta en un códice del siglo XIII. Después de los maitines de la Virgen, el novicio "meditará" "cum ardore" los beneficios de Dios: "la Encarnación, Nacimiento, Pasión y orar cosas generales semejantes...." y terminando la meditación de todo ello con el "Pater noster et Ave María". El rezo del Ave María, que se encuentra en el siglo XII rezado circunstancialmente por alguna que otra persona, en el siglo XIII, ya en sus principios, se recita al lado de Santo Domingo con una generalidad asombrosa; sus frailes lo hacen objeto de sus amores después de Completas; lo tienen en lugar de Oficio divino los socios de la Milicia de Jesucristo; lo reciben las monjas y novicios y forma parte del rezo obligatorio de los legos, de lo que pudiéramos llamar su Oficio divino.

El rezo del Rosario, tal y como hoy lo conocemos, surgió en el Siglo XV y se hizo muy popular a raíz de la predicación del sacerdote dominico, Alano de la Rupe ( 1475). Según la tradición, Alano de la Rupe tuvo una visión donde la Santísima Virgen se le apareció a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de Predicadores (Dominicos), mostrándole una bella guirnalda de rosas y sosteniendo en su mano un rosario. Enseñó a Domingo a recitarlo y le conminó a que rezara y enseñara a rezar el Rosario como una poderosa arma para luchar contra la herejía. Esta devoción se extendió rápidamente por el empuje de la Orden Dominica. A ello se unieron las "promesas" de la Virgen y predicadas por el Beato Alano de la Rupe a los que rezaran el rosario frecuentemente, y las recogemos aquí:

"Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
La devoción al Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria".

La Orden de Predicadores fomentó, durante el siglo XV, la creación de cofradías donde su misión era el rezo del rosario y ofrecerlo a las necesidades de los demás hermanos. La rápida expansión de estas cofradías se debió en gran parte al fuerte apoyo de los Papas y al auge que experimentaron las imprentas en la difusión de estas prácticas devocionales. Durante todo el siglo XVI se produce un florecimiento enorme de estas cofradías, extensivas al Nuevo Mundo y a otros territorios de la misión dominica. La devoción al Santo Rosario se acrecentó durante los siglos XVII y XVIII, extendiéndose hasta nuestros días.

Este es el caso de la devoción de la Virgen del Rosario en nuestra ciudad, tan arraigada durante siglos, desde que los dominicos llegaron a Cabra fundando el Convento que actualmente es Parroquia de Santo Domingo de Guzmán. En 1538 se funda en la ermita de la Esperanza, hasta que en 1595, los dominicos ofrecen a la Virgen una Capilla en su templo, en la que actualmente está Ntro. Padre Jesús de las Necesidades. La cofradía celebraba dos fiestas mayores en el año, una de ellas era la del primer domingo de octubre, en el que se festejaba el día de la Sagrada Titular, la otra gran fiesta era la de la Infraoctava del Corpus. También se celebraban las cuatro fiestas oficiales de la Virgen, Purificación, Encarnación, Asunción y Natividad, años después se incluyeron las fiestas de la Inmaculada y de Santo Domingo. la cofradía del Rosario ha sido una de las más fuertes de Cabra, tanto en el campo espiritual como en él material, ya que no hay nada más que ver que el patrimonio que conserva no es para nada poco rico y ostentoso.

Esta preciosa devoción a la Virgen del Rosario se la debemos, en grandísima parte a la Orden de los dominicos, que tenían dos casas en nuestra localidad, siendo así el Convento de San Martín de Madres dominicas, donde estuvo Ntro. Padre Jesús Nazareno, y el de Santo Domingo de Guzmán de Padre Dominicos. La presencia dominica no solo fue fuerte en Cabra, sino en toda la Diócesis de Córdoba, remarcando aún más la Subbética con numerosos Conventos donde predicaban el Evangelio y vivían en comunidad, tal y como lo siguen haciendo allí donde tienen una casa. Al irse de Cabra a causa de la exclaustración y desamortización de Mendizábal, dejaron la más bella perla que tenemos en Cabra, Ntra. Sra. del Rosario, que tanto cultivaron su devoción y amor a ella entre todos los egabrenses durante siglos. También los Romanos Pontífices se han unido continuamente a fomentar la devoción y rezo del Santo Rosario, viéndolo como una fuente de contemplación y acercamiento a la persona de Jesucristo con los ojos de María. Así el Papa Benedicto XVI en 2008 nos recuerda que:

"El Rosario es escuela de contemplación y de silencio. A primera vista, podría parecer una oración que acumula palabras, y por tanto difícilmente conciliable con el silencio que se recomienda justamente para la meditación y la contemplación. En realidad, esta cadenciosa repetición del Ave María no turba el silencio interior, sino que lo busca y alimenta. De la misma forma que sucede con los Salmos cuando se reza la Liturgia de las Horas, el silencio aflora a través de las palabras y las frases, no como un vacío, sino como una presencia de sentido último que trasciende las mismas palabras y junto a a ellas habla al corazón. Así, recitando las Ave Maria es necesario poner atención para que nuestras voces no "cubran" la de Dios, que siempre habla a través del silencio, como "el susurro de una brisa ligera" (1 Re 19, 12). ¡Qué importante es entonces cuidar este silencio lleno de Dios, tanto en la recitación personal como en la comunitaria! También cuando es rezado, como hoy, por grandes asambleas y como hacéis cada día en este Santuario, es necesario que se perciba el Rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta un clima de silencio interior".

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