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La Carta pastoral María Estrella de la Evangelización. La fuerza evangelizadora de la Piedad popular hace un reconocimiento expreso de la fuerza e importancia de la Piedad Popular en el aniversario de la histórica visita de Juan Pablo II al Rocío. En el documento se da también un toque de atención a las cofradías y manifestaciones de religiosidad popular sobre la necesidad continuada de purificación, en la que el compromiso con la evangelización y la centralidad de la sagrada liturgia, hagan posible una presencia de las manifestaciones religiosas que llevan a cabo sin caer en el secularismo o la descristianización.
No es la primera vez que los obispos de las diócesis andaluzas se refieren a este importantísimo fenómeno de la Piedad Popular en nuestros pueblos y ciudades. Ya en 1975 aparecía el documento de trabajo «El catolicismo popular en el Sur de España», en el que se afirmaba que «la situación religiosa del mundo actual ha traído al plano de las prioridades pastorales de la Iglesia un hecho de primera magnitud tan extenso, complejo y heterogéneo como el de las mismas multitudes humanas, que suele designarse con la expresión convencional de "religiosidad popular"». Un tema que ya se consideraba de «de interés universal» con una importancia singular en las diócesis andaluzas, con sus «características propias y gran trascendencia pastoral».
Diez años después, en 1985, se hacía pública una carta pastoral «El Catolicismo Popular. Nuevas orientaciones pastorales» que surgió tras una serie de trabajos previos en los que se realizaron consultas y encuentros para llegar a conclusiones que fueron tenidas en cuenta a la hora de la redacción final. En aquellos momentos el fomento por parte de las autoridades civiles y el auge de la religiosidad popular, así como el creciente interés científico de sus manifestaciones motivó esta nueva reacción del episcopado andaluz con reflexiones y orientaciones prácticas de tipo pastoral.
En 1988 una nueva carta pastoral «Las hermandades y cofradías» supuso un decidido manifiesto de apoyo a favor de las hermandades y cofradías, al tiempo que se pedía su renovación, el papel que debían jugar en su dimensión cultural y una serie de orientaciones generales en las que también se pedía al clero que atendiera mejor a las cofradías.
No han sido los únicos documentos en los que la Iglesia Católica, por medio de su jerarquía, se ha referido de manera expresa a las cofradías y a este tipo de manifestaciones que, desde el Concilio Vaticano II y con algunas de las reflexiones que surgieron en la iglesia hispanoamericana, venían denominándose de manera distinta: espiritualidad popular, catolicismo popular, piedad popular, religiosidad popular, religión del pueblo, etc. Otros documentos del pontificado fueron de especial interés e importancia a la hora de reconocer esta realidad eclesial y así, la exhortación apostólica del papa Pablo VI «Evangelii nuntiandi», de 1975 - donde ya se habla de María como Estrella de la Evangelización - supone un reconocimiento de la Piedad Popular puesto que «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe».
No quedan atrás las importantísimas aportaciones de Juan Pablo II que ya en 1982 decía en Sevilla «las hermandades y cofradías son instrumentos válidos de evangelización en el mundo de hoy», entre otras muchas declaraciones y documentos entre los que hay que destacar el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia de 2002, de la Congregación para el Culto Divino. También el papa Benedicto XVI se ha referido en numerosas ocasiones a la religiosidad popular especialmente en sus visitas a los santuarios de mayor devoción en el mundo. En su magisterio, el Benedicto XVI habló de la auténtica devoción a la Virgen María y a los santos, de la piedad popular y de las Cofradías, de las tradiciones religiosas y del encuentro de la fe con la cultura de los pueblos.
Como colofón a esta trayectoria del magisterio, se llega a la «Evangelii gaudium» del papa Francisco, de 2013, donde el pontífice afirma que «en la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización».
En el documento que se ha hecho público estos días, los obispos y arzobispos de las provincias eclesiásticas de Sevilla y Granada, recuperan algunas de las enseñanzas que el Santo Padre nos dejó, que son estímulo para el tiempo presente y que manifiestan la fuerza evangelizadora que tiene la piedad popular. En aquel viaje apostólico, el Papa San Juan Pablo II visitó Sevilla para clausurar el XLV Congreso Eucarístico Internacional, y Huelva, donde visitó el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta y el Monasterio de la Rábida y, como romero, peregrinó al santuario de Nuestra Señora del Rocío En esos lugares marianos, San Juan Pablo II llamó a María Santísima "Estrella de la Evangelización" y reclamó una nueva evangelización, frente al secularismo y la descristianización que iban creciendo en la sociedad. Pasados treinta años, los Obispos constatan que esos fenómenos de secularismo y descristianización afectan también gravemente a realidades y expresiones vinculadas a la Piedad popular. Por ello, con esta Carta pastoral, quieren de nuevo volver la mirada al hermoso patrimonio eclesial de la Piedad popular a fin de ofrecer orientaciones que ayuden a mostrar su fuerza evangelizadora y favorezcan su purificación, siempre necesaria".
Comienza la Carta pastoral presentando cómo se integra la Piedad popular en la vida del cristiano, que cree, celebra, se compromete y ora desde la fe en Jesucristo y en comunión con la Iglesia.
La Piedad popular, cuando es genuina, tiene como fuente la fe, vivida con autenticidad y coherencia: carece de sentido profesar con los labios el Credo y vivir de manera contraría a la fe y moral de la Iglesia.
Los Obispos también recuerdan la importancia de la Liturgia, como la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia. Así, se debe dar preeminencia a la participación en la Misa dominical, al sacramento de la Penitencia, a la oración litúrgica y al año litúrgico sobre cualquier manifestación devocional. Igualmente, es importante, dicen, que las prácticas devocionales no alteren las celebraciones litúrgicas.
Recuerdan los Obispos en su Carta que el compromiso nacido de la caridad es constitutivo de la vida cristiana y que la promoción de la justicia, la preocupación por los más necesitados o la defensa de la dignidad humana no son tareas opcionales para el seguidor de Jesucristo. Así, una vida de fe que no se traduzca en obras concretas de caridad no es auténtica. La Piedad popular se presenta como escuela de compromiso cristiano.
También la oración es constitutiva del cristiano y, por tanto, lo ha de ser en la Piedad popular, que nace de la oración y conduce a ella. Así, las Hermandades están llamadas a ser talleres de santidad.
En la segunda parte de su Carta pastoral, los Obispos recuerdan cómo en la última visita ad limina de los Obispos españoles celebrada en enero de 2022, durante el encuentro con los Obispos de Andalucía, Extremadura, Murcia e Islas Canarias, el Papa Francisco les pidió expresamente estar cerca de las Hermandades y Cofradías, reconociendo su aportación importantísima a la Piedad popular. Atendiendo a esa llamada, los Obispos recorren los rasgos de la identidad católica de las Hermandades y su contribución específica a la evangelización.
Tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI han hablado de la importancia de la Piedad popular y de las Hermandades en la tarea de la nueva evangelización. Francisco, además, ha invitado a las Hermandades a celebrar el Jubileo de 2025, dejándose animar por el Espíritu Santo. Para ello, deben recorrer el camino de la "evangelicidad", es decir, caminar tras las huellas de Cristo, en la escucha cotidiana de la Palabra de Dios; de la "eclesialidad", entendida como caminar juntos, recuperado su sinodalidad y proponiendo proyectos comunitarios de formación, discernimiento y deliberación en contacto vivo con la Iglesia local, los obispos y las diócesis; y de la "misionariedad", o sea, caminar anunciando el Evangelio, testimoniando la fe y cuidando especialmente a quienes padecen las nuevas pobrezas de nuestro tiempo.
Sobre la identidad católica de las Hermanases, los Obispos recuerdan cómo, aunque nacieron en el siglo XI, hoy siguen manteniendo sus mismos fines, que son formación, culto y acción caritativa. Sin embargo, la llamada de los últimos Papas a impulsar una nueva etapa evangelizadora hace ver la necesidad de añadir un cuarto fin: la participación activa en la misión evangelizadora de la Iglesia.
Y sobre la tarea evangelizadora de las Hermandades, recuerdan que, si la Iglesia existe para evangelizar, las Hermandades que sean auténticamente eclesiales existirán también para evangelizar. La primera preocupación de una Junta de gobierno no ha de ser tanto el cuidado del patrimonio material cuanto llevar el Evangelio a todos sus miembros.
Así, las Hermandades pueden contribuir decisivamente a la tarea evangelizadora si contribuyen a la transmisión de la fe, se comprometen en la práctica de las obras de misericordia y son portadoras de esperanza para nuestro mundo. En la transmisión de la fe, la Hermandades están llamadas a ser escuelas de vida cristiana.
Parroquias, movimientos y colegios pueden encontrar en las Hermandades, cuando cuidan su identidad eclesial, un entorno complementario de fe, donde desarrollar de manera completa los itinerarios de iniciación cristiana. Es recomendable que, junto a las vocalías de infancia y juventud, en las Juntas de gobierno de las Hermandades exista también una vocalía de iniciación cristiana, que, de acuerdo con las directrices diocesanas y de la propia parroquia, ofrezca los recursos para que niños, jóvenes y adultos puedan completar su iniciación cristiana, catequética y sacramentalmente. Se entiende así, que solo pueden formar parte de una junta de gobierno quienes hayan completado su iniciación, habiendo recibido los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, junto con el hábito de la Confesión sacramental. Otra tarea que las Hermandades pueden aportar en la misión evangelizadora es ser refugios de misericordia, donde se ofrece el consuelo de la misericordia divina a tantas personas heridas, pero también, como recuerda el Papa Francisco, saliendo al encuentro de las heridas de nuestros contemporáneos y haciendo de la Iglesia un "hospital de campaña".
Finalmente, dicen los Obispos, las Hermandades contribuirán a la evangelización si son portadoras de esperanza. Las Hermandades, a través de la devoción a sus Titulares, están llamadas a dar testimonio de Cristo Resucitado mediante el acompañamiento en el duelo y las prácticas de la Piedad popular que ayudan a mantener encendida la llama de la esperanza.
También son evangelización las Hermandades por el camino de la belleza, con la veneración de las imágenes -sabiendo que no se veneran por ellas mismas, sino por lo que representan- y las procesiones, que han de cuidarse para que sean auténticas manifestaciones de fe.
La Carta está firmada el 14 de junio de 2023, coincidiendo con el 30º aniversario de la visita de San Juan Pablo II al Santuario de Nuestra Señora del Rocío y se puede consultar en estos enlaces.
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