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El color azul ha sido y sigue siendo el denominador común de una fiesta muy singular para la religiosidad hispánica, extendida luego a toda la cristiandad. Es el color que nos recuerda cada 8 de diciembre que estamos ante la fiesta que conmemora el dogma católico de la Inmaculada Concepción, por el que el papa Pío IX, la reconocía nacida libre de pecado original. Un dogma que se promulgó en Roma en 1854 pero que ya venía siendo defendido de manera constante en España.
La tradición de la creencia en la Virgen María como "Purísima", es muy anterior. La orden franciscana propiciaría desde el siglo XIII (Capítulo General de Pisa, en 1263) la celebración de la Inmaculada Concepción, haciéndola coincidir con el 8 de diciembre, nueve meses antes de la otra gran festividad mariana de la Natividad de Nuestra Señora (8 de septiembre). En Andalucía se tienen noticias de esta celebración desde mediados de dicho siglo, en Córdoba o Sevilla, generalizándose su culto en el transcurso del siglo XV.
Pensemos que en el siglo VII, el rey visigodo Wamba se proclamó «Defensor de la Purísima Concepción de María» en el XI concilio de Toledo. San Fulgencio en el siglo VI ya se refería a la exclusión de la Virgen María del pecado original desde su nacimiento. Y san Ildefonso, Arzobispo de Toledo en el siglo VII decía lo siguiente refiriéndose a la Inmaculada: "...consta que ha sido libre y exenta de todo pecado original y que ha levantado la maldición de Eva". Algunas de estas tesis se fueron planteando en los concilios de la iglesia toledana en los que, recordemos, participó uno de los obispos de la época, el egabrense Bacauda, coetáneo de san Ildefonso. La fiesta de la Inmaculada ya era celebrada el día 9 de diciembre en Toledo. De estas fechas parece que proviene la advocación de Purísima como equivalente a la de Inmaculada Concepción: la razón parece estar en una causa etimológica, los cristianos españoles no sólo confirmaban que la Virgen era pura, sino Purísima desde su concepción.
Desde tan remotos tiempos han sido muchos los reyes hispanos que han profesado gran devoción a esta condición de Santa María, la Virgen. Monarcas como Fernando III el santo, Jaime I el Conquistador, el emperador Carlos V, su hijo Felipe II y otros muchos, han sido fieles devotos de la Inmaculada y han portado su estandarte en sus campañas militares. El rey Carlos III creó en 1771 la Orden que lleva su nombre y cuyo escudo tiene la imagen de la Purísima siendo los colores de la banda azul y blanco, que continúa hoy vigente.
Desde el siglo XIV existen en España referencias de cofradías creadas en honor a la Inmaculada. La más antigua, en Gerona, data de 1330. En el siglo XVI se revitalizará este fervor con un ingente número de cofradías constituidas bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María, hermandades consagradas a las labores caritativas y la asistencia social. Muchas de ellas hicieron voto a la Inmaculada Concepción y por primera vez en España tuvo lugar en el pueblo de Villalpando (Zamora), el 1 de noviembre de 1466, en la iglesia de San Nicolás siendo refrendado por trece localidades de aquella comarca.
Los reyes católicos Isabel y Fernando fundan la primera hermandad del mundo dedicada a la Inmaculada Concepción de María antes de que acabara ese año, 1490, inmediatamente a las puertas de Granada, en el campamento militar de Santa Fe. Ya antes la reina Isabel había promovido esta fiesta en el claustro jerónimo de Guadalupe. Pero el primer monasterio consagrado a la Concepción de Nuestra Señora en toda España será el de los monjes jerónimos en Granada (1492-1521). Con la reina Isabel la Católica, comienza la que algunos estudiosos han calificado como "españolización" del misterio.
A partir de los primeros años del siglo XVII se produce un fenómeno popular con la aparición del voto concepcionista como reacción a quiénes propugnaban la teoría maculista o de pecado en la Virgen María. La respuesta teológica se ve acompañada de una respuesta popular que hace que tanto cofradías como los propios concejos de los municipios, se declaren defensores de esta condición - Inmaculada Concepción - para la Virgen María.
Al mismo tiempo, el movimiento inmaculista ejercerá una extraordinaria influencia en el arte barroco del momento y las expresiones de religiosidad popular que se afianzan al amparo del espíritu de la Contrarreforma, tan proclive a potenciar manifestaciones públicas, rituales y cultos, en los que se exalte el valor de las imágenes; en contraposición abierta a la sobriedad iconoclasta que caracteriza a las otras grandes religiones enfrentadas, incluido el movimiento protestante.
En el ámbito de la religiosidad popular, desde estas fechas se extiende y generaliza el uso de los simpecados, estandartes con una imagen de la Virgen que presiden las procesiones que se organizan con motivo de los acontecimientos marianos y que continúan tan presentes en las manifestaciones públicas de nuestra religiosidad andaluza, ya sean procesiones penitenciales, de gloria, romerías o rosarios públicos.
También comienzan a popularizarse canciones y coplas populares, como las que compone en 1614 en Sevilla Miguel del Cid, a las Bernardo de Toro le puso música y Mateo Vázquez de Leca pagó su impresión en una tirada de cuatro mil ejemplares y cuyo estribillo dice: "Todo el mundo en general / a voces Reina escogida / diga que sois concebida / sin pecado original". Se colocan azulejos con estas o similares letras y también con la representación iconográfica de la Purísima y se levantan monumentos públicos en defensa de la Inmaculada Concepción. Una vez más es Granada la ciudad en la que se levanta el primer Triunfo de la Inmaculada en 1621.
Todos los problemas y discusiones teológicos, en los que franciscanos y dominicos juegan un papel fundamental - los franciscanos como defensores de la Inmaculada frente a los dominicos que propugnaban la teoría "maculista" - terminan en 1696, cuando el papa Inocencio XII, con el breve In Excelsa, equipara la festividad de la Inmaculada con las otras dos grandes festividades marianas del año: la Natividad (8 de septiembre) y la Asunción (15 de agosto). Sin embargo, habrá que esperar hasta 1854 para que el papa Pio IX proclame el dogma de la Inmaculada Concepción, tan arduamente respaldado desde el catolicismo español y en cuya defensa Andalucía juega un tan destacado papel.
Una fiesta general y popular que dos siglos antes era "de guardar" en todos los reinos de su majestad católica. Desde 1644 en todo el imperio español se había declarado fiesta y lo fue para toda la iglesia católica a partir de 1708, establecida por el papa Clemente XI. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.
El azul "purísima" es también el color que identifica a la Orden de Carlos III, vistiéndolo sus grandes maestres, los monarcas españoles y las personalidades que forman parte de esta distinguida orden. No solo con las capas regias que nos presentan algunos lienzos con Carlos III o Fernando VII sino cualquiera de las bandas que se entregan a los componentes de la orden como puede verse en algunos retratos - por ejemplo los de Martín Belda, Valera, Juan Ulloa o José de la Peña y Aguayo en el Museo Aguilar y Eslava -.
Y la costumbre de vestir a las imágenes marianas en estas fechas de azul y blanco, es también otra de las peculiaridades de una fiesta que, en Cabra, tiene mucho que ver con una institución que lleva el nombre de la Purísima desde que se crea en 1679 por su fundador, Luis de Aguilar y Eslava, al dejar en su testamento la puesta en marcha de un colegio seglar. La fundación Aguilar y Eslava, que se mantiene activa desde entonces, se encarga de conservar el legado del fundador y todos los elementos que, en torno a la Inmaculada Concepción, forman parte de esta singular presencia en la que la educación y la cultura han sido y son, motor fundamental de su permanencia. El deseo del fundador de que hubiera un oratorio dedicado a la Purísima será también una realidad en próximas fechas cuando se construya de nuevo este espacio para rendir culto a la Inmaculada Concepción.
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