|
Asunción y Ángeles y demonios (I)
15.02.24 - Escrito por: Flavia Borghese
Miércoles, 14 de febrero de 2024. Cabra.
El día había sido raro. Cabra olía a ceniza, incienso y cera. Pero también a pizza, bombón de chocolate y a colonia del Mercadona. El calendario había querido que el Miércoles de Ceniza, tan celebrado en la ciudad, coincidiera con el Día de San Valentín, por lo que las iglesias, los restaurantes y las tiendas habían hecho su agosto, cada uno a su manera. El estado de felicidad se había instalado en el centro de la localidad, revitalizando un espacio que ha ido perdiendo importancia en los últimos años y que, cuando cae el telón del día, se transforma en un escenario semivacío que parece haber vivido ya sus mejores galas.
La noche ha llegado sin pedir la hora y por la Avenida José Solís apenas se oye el eco de una cuadrilla de costaleros ensayando por el Parque de la Tejera. Las persianas entrecerradas advierten de habitaciones iluminadas en las que sus habitantes descansan el día y, por no oírse, ya ni suena el rumor cantarín del agua de las fuentes que jalonan el entramado urbano de calles y plazas y que tanto la enamoró en su primera visita.
Sin dejar de mirar las indicaciones que la aplicación del Maps le va marcando en su móvil, Flavia consigue llegar hasta las inmediaciones de la Plaza Vieja, muy cerca de la Parroquia de la Asunción y Ángeles. Ha llegado una hora antes de lo acordado, pero no quiere perder el tiempo y, ocupando una mesa del bar de la plaza, abre su ordenador portátil para repasar toda la información que le ha vuelto a llevar a esta pequeña ciudad de la subbética cordobesa que ya visitó hace tres años, mientras realizaba la investigación de su doctorado.
A Flavia le gustaba venir a España ya que disfrutaba de un anonimato que le era imposible en su Roma natal. Era la única nieta de Alejandro Borghese, una de las personalidades más importantes de la cultura y la política romana, heredera de una inmensa fortuna pero, sobre todo, de un increíble fondo patrimonial en el que destacaba una colección de pintura de los mejores nombres del Renacimiento y el Barroco italiano. Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Florencia, se convirtió en la catedrática más joven del país transalpino por la Universidad de Bolonia gracias a la defensa de una tesis doctoral, culmen de varios años de trabajo, titulada "Scultura spagnola del XVIII secolo in Andalusia: il diavolo all"interno della chiesa". Una tesis doctoral de la que todo el mundo habló pero que nadie leyó, ya que fue censurada por el Ministero della Cultura de Italia. Las malas lenguas hicieron saña en los fueros académicos romanos, airenado que su abuelo había enfurecido de tal manera que, al menos, había conseguido que ingresara como catedrática en la Universidad, a cambio de este impuesto silencio. Desde entonces, la joven de apenas veinteseis años pasa al menos un trimestre al año alojada en un pequeño ático que su familia conserva en el sevillano barrio de Santa Cruz, a escasos metros del Palacio Episcopal.
Fue el propio obispo de Sevilla quien le propició el contacto con el que había concertado una cita en aquella noche de febrero, un joven sacerdote egabrense que, aunque no oficiara en su localidad, era una de las personas que más conocimientos tenía sobre el arte sacro que se alojaba en las parroquias y conventos de la misma. Sólo habían tenido contacto telefónico y, aunque al principio le pareció una persona poco interesante, pronto comprobó que podía serle de mucha utilidad en la nueva investigación que estaba llevando a cabo.
-¿Si? ¿Rodrigo?-, contestó Flavia al móvil.
-¿Estás ahí?-, le interpeló. ?Estoy en la Plaza Vieja, ahora iba a subir a la Parroquia, como me dijiste.
-¿Rodrigo?-, insistió.
De pronto, Flavia pudo percibir el eco de un grito ahogado y un fuerte golpe que resonó desde el campanario de la parroquia de la Asunción y Ángeles.
Invadida por el temor y un fuerte presentimiento, Flavia guardó sus enseres en la mochila y salió precipitada hacia la calle Mayor. Eran las once de la noche y sólo había un par de parroquianos habituales en el mismo bar en el que ella había tomado una pequeña pausa.
Fue entonces, al terminar de subir la pendiente de la calle, cuando vio algo que no olvidaría jamás y le perseguiría para siempre: un pequeño incendio en la parte alta del campanario fue dibujando el perfil de una cruz en la que aparecía una persona clavada boca abajo, tal y como la historia cuenta que fue crucificado el apóstol San Pedro. En cuestión de segundos, el cielo del barrio de la Villa adoptó un inconfundible color anaranjado, mientras que una densa y negra humareda se extendió por todo el municipio. Al poco, y debido a la fuerza abrasadora del fuego, la cruz cedió y cayó, con estrépito, en el techo de varios coches que estaban aparcados justo debajo.
Flavia estaba aterrorizada. Inmóvil. Sin habla. Justo en ese momento apareció un hombre que había visto desde lejos el incendio y que se había acercado para ver qué sucedía.
-¡Padre, padre! ¿Es usted?-, gritaba a un cuerpo prácticamente irreconocible.
-¡Hay que llamar al 112! ¡Ayúdeme, por favor!-, le suplicaba a Flavia.
En ese momento, el hombre descubrió que Flavia estaba llorando de rodillas, temblando y abriendo una cartera que había caído de la torre del campanario.
-Ese cuerpo no es el del párroco de la iglesia-, acertó a decir Flavia. -Según esta documentación, se trata del Cardenal Raymond Burke, una de los miembros más ultraconservadores de la Iglesia Católica.
-¿Cómo? ¿Qué iba a hacer aquí alguien como él?- contra-replicó el periodista.
-No tengo ni idea, pero si es verdad que se trata de él, corremos un serio peligro. ¡Vámonos de aquí inmediatamente!- acertó a decir Flavia, mientras guardaba la cartera en su bolso.
El joven ayudó a Flavia a incorporarse y, para evitar ser vistos por la muchedumbre que estaba llegando ya a la Plaza Vieja, convocada por el humo y el ruido de la caída, corrieron por el barrio de la Villa y lograron salir a la carretera por los adarves de la muralla recién restaurada.
-Mi nombre es Felipe Osasuna. Soy corresponsal local de un periódico nacional. Mañana seremos el centro de la noticia en toda España. ¿Puedo usar la información que me has dicho para la portada de mi periódico?
-Yo soy Flavia- respondió. ?Hazlo, pero creo que antes tendrías que contrastarlo. El cardenal lleva años intentando boicotear la acción de la Iglesia Católica y se cree que responde ante gente muy importante y peligrosa.
Sin tiempo a despedirse, cada uno cogió un camino diferente. El periodista, hacia su casa. Flavia, hacia el hotel donde se alojaba.
Eran más de la doce de la noche y una tenue lluvia comenzó a caer. La tranquilidad se había esfumado. La gente se agolpaba en los balcones y las sirenas resonaban por toda la ciudad, que amaneció la Cuaresma oliendo a ceniza y la anocheció bajo el aroma inconfundible de la pólvora, el asesinato y el miedo.
(continuará)
|
|
|
|
|
|