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Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

1963-1973: una década prodigiosa para la Semana Santa de Cabra

10.04.21 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes

Celebra estos días su cincuenta aniversario fundacional la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y lo hace en un tiempo de pandemia, en el que también hay otras hermandades que están inmersas o lo han estado recientemente en una efeméride de tal calado.

Medio siglo de historia cofrade puede parecer un periodo breve si lo comparamos con la existencia de las cofradías y su manifestaciones en Cabra que, como sabemos, surgieron en torno a la Archicofradía de la Santa Vera Cruz allá por los primeros años del siglo XVI. Sin embargo, al conmemorar cincuenta años de la fundación de la cofradía de la Expiración, conviene repasar aquellos años 60-70 del siglo XX en los que surgieron numerosos e importantes cambios en el seno de una Semana Santa, la de Cabra, cuya trayectoria es singular, compleja y brillante.

La década de 1963 a 1973 es un período de tiempo tan breve como intenso, en que tienen lugar una serie de cambios fundamentales e importantísimos para las cofradías egabrenses. No solo por la conformación de unas formas singulares sino, sobre todo, porque empiezan a crearse unas estructuras cofrades que permitirían su desarrollo en el tiempo y no fueran tan efímeras como las que precedían a aquellas que entonces se ponían en marcha. Al cabo de medio siglo está claro que se trata de una década prodigiosa que influyó de manera destacada en el desarrollo posterior en la Semana Santa de Cabra. Una década que marcó un antes y un después y que, con la precaución que merece, podríamos considerar también como definitiva de todo lo que fue pasando en torno a aquel modelo incipiente de los años 60-70 que se alarga hasta los 80 y que se afianza al llegar a los años finales de siglo XX.

Tras la Guerra Civil las cofradías continúan en una crisis interna que, aunque con intentos de cierto esplendor externo (heredado de siglos pasados y de los primeros años del siglos XX), no acababa de superarse. Tras los primeros años de posguerra la salida de las procesiones va suponiendo un progresivo declive en el mantenimiento de la estructura de las cofradías y su sostenimiento por parte de determinadas familias o personas que lo hacían con cargo a su patrimonio.

Así llegamos a finales de los años 50 en que encontramos ya referencias en la prensa local que apuntan esta crisis. La Opinión en 1949 afirmaba que los gastos que suponía la salida de las cofradías habían crecido de forma que «habría que poseer una cuantiosa fortuna para poder subvenir los presupuestos del día» y todo ello porque «los tiempos han cambiado y lo que antes eran personas ricas y piadosas» ya no podían seguir sosteniendo aquellos gastos por lo que pedía que «las hermandades han de ser sostenidas con la ayuda de todos».

Y como podemos ver también en determinadas publicaciones sobre la historia de nuestra Semana Santa (1) y de las propias cofradías, por aquellos años comienza la intermitencia de muchas procesiones que salen o dejan de salir en función de que hubiera quien se encargara de costear los importes que suponía sacar los pasos a la calle. Así, a finales de los años 50, salvo el caso de la Cofradía del Silencio, la del Cristo de la Humildad y Paciencia y la de la Virgen de los Dolores - cada una por razones diversas como veremos - prácticamente todas las cofradías, tanto las más antiguas como las que solo se organizaban para procesionar determinadas imágenes, están sumidas en una profunda crisis de continuidad y sostén.

La situación económica, la crisis socio política, la emigración o los cambios en la religión, influyen de manera directa en las cofradías en aquel período - nos remitimos a otros trabajos para su análisis-. Entre esas causas cabe destacar la renovación que supone el Concilio Vaticano II que se convoca por el papa Juan XIII en 1959, quien lo abre en 1962 y que es clausurado por el papa Pablo VI en 1965. Su repercusión en los cultos, en las formas externas, en la liturgia, en los movimientos que surgen con una nueva la espiritualidad y sobre todo en las manifestaciones de la religiosidad popular, es tremendamente significativa y se también se hará notar en las cofradías de Cabra. El caso de la sustitución de muchos de los cultos o la organización de charlas cuaresmales y otros encuentros será muestra de todo ello, además del nacimiento de las nuevas cofradías que quieren mostrar en sus manifestaciones una puesta en escena acorde con los nuevos tiempos de la iglesia.

Así las cosas, llegamos a la década de los 60 en la que la incertidumbre y las reiteradas llamadas a la participación en las cofradías hacen que se intente buscar una solución pues, de otro modo, se hacía difícil mantener las procesiones.

Como hemos comentado tres cofradías no se ven afectadas, al menos de manera directa o evidente, por esta crisis: la del Cristo del Socorro por su modelo organizativo y de participación que contaba con el beneplácito del clero local que incluso la propone como modelo a seguir; la del Cristo de la Humildad y Paciencia que bajo la presidencia de Zoilo González Lara como hermano mayor se mantiene sin problemas desde 1944 hasta su muerte en 1978 y luego tampoco los tendrá y la de la Virgen de los Dolores que desde 1935 está a cargo de Vicente Muñiz López-Cordón y su familia y que conforman una especie de islote libre del maremoto que se dejaba caer sobre el resto de las hermandades o lo que quedaba de ellas.

Habían desaparecido, entre otras, la Penitencia, el Calvario, la Cena, el Huerto, el Lavatorio, la Expiración (Calvario de la Vizcondesa), el Descendimiento o el Buen Pastor. En 1961, La Opinión vuelve a hacer un llamamiento a la población en su número del 7 de abril: «Todos estamos obligados a colaborar con los que se echan sobre sus hombros la pesada tarea de sacar una hermandad». Cabe decir que una cosa es que las cofradías, como tales, estuvieran en crisis profundas e incluso no existieran y otra que las procesiones se mantuvieran de una u otra forma. Pero veamos qué pasaba en las demás en aquellos primeros años de la década de los sesenta del siglo XX que a los efectos que estamos comentando comienza con la creación del Imperio Romano en 1963.

La Pollinita tuvo varios intentos de resolver su dirección puesto que cambiaba cada año de hermano mayor e incluso deja de salir en 1964. A partir de 1965 se soluciona su organización puesto que se hacen cargo de ella la Comisión Municipal de Fiestas y la entonces Asociación General de Cofradías.

El Señor de las Necesidades mantiene como hermano mayor a José Rodríguez Millán hasta 1967 y se verá reforzada con la integración de los funcionarios municipales. El besapiés de cada primero de marzo sigue siendo una de las muestras de fuerza de la devoción a esta venerada imagen de Jesús con la Cruz.

La Virgen de los Remedios (en aquellos años ni se hablaba de la Vera Cruz) está también a punto de desaparecer en 1964 hasta que asume su gestión el antiguo Taller Escuela Sindical.

Jesús amarrado a la Columna, aunque se había mantenido más modestamente y es de las pocas cofradías que casi nunca deja de salir, fue presidida por Rafael Alcántara Lama entre 1947 y 1963. A partir del año siguiente, en 1964, comienza a ser gestionada por un Gremio de Artesanos de diversas profesiones.

Jesús Preso, una de las más importantes del primer tercio del siglo XX, desde que la Peña Ciclista Egabrense dejó de procesionarlo en 1958 no acaba de salir del bache. Se adjudica al Cuerpo de la Judicatura en una «nueva cofradía» impulsada por el clero e integrada por funcionarios de justicia y profesionales del Derecho, una labor que luego continuará José Sánchez Fernández y su familia.

La Virgen de la Esperanza tiene que ser procesionada por el párroco de Santo Domingo, Miguel Sánchez Fernández, entre 1958 y 1963. Luego será entregada al Gremio de Agentes Comerciales que se hace cargo de la cofradía y la lleva a un mantenimiento discreto pero siempre presente en la Semana Santa.

El Nazareno cuyo hermano mayor Francisco González Prieto estuvo entre 1958 y 1965, venía arrastrando también serios problemas - que llevarán a la separación del Sepulcro en 1966 - con varios intentos para que pudiera tener una junta que la mantuviera y hasta que se hace cargo de ella el Gremio del Comercio y Panadería en los años 70, no se consigue continuidad y progreso en su gestión.

La Virgen del Mayor Dolor, tras haber sido hermano mayor Plácido Herrero, será gestionada por el Gremio de la Construcción y Derivados desde 1965.

La Amargura se mantuvo hasta 1971 a cargo de Pedro Campos García que era hermano mayor desde 1942.

La Virgen de las Angustias se mantiene bajo el mandato de José Garrido Moreno desde 1942 hasta 1967, en que se hace cargo de su cofradía el Cuerpo de Sanidad.

Del Santo Sepulcro, tras su separación del Nazareno en 1966, se hace cargo el Gremio de Empleados de Banca y Ahorro, hasta que en 1974 se fusiona con el Imperio Romano.

La Soledad había tenido como hermano mayor a Manuel Piedra del Real desde 1949 hasta su dimisión en 1962 cuando se hace cargo el párroco José Burgos Serrano y parece que comienza una nueva etapa, no sin altibajos, con un grupo de antiguos hermanos que la «cogen» en 1966. En 1971 comenzará a procesionarse a ruedas por el alto coste de pagar a los costaleros.

Y la procesión del Resucitado, que estaba a cargo de la Asociación General de Cofradías desde su fundación en 1944, tampoco se escapa de esta crisis. Hay quien pide incluso que desaparezca el organismo y el déficit del Ayuntamiento hace que varios años no haya tampoco subvenciones lo que incide directamente tanto en las cofradías como en la propia asociación. Incluso se plantea que no haya procesiones. En torno a 1965 parece que comienza a resurgir poco a poco aunque la implantación del Concilio Vaticano II será también un dato a tener en cuenta.

En La Opinión se hacen eco de esa especie de «luz al final del túnel» y en la Cuaresma de 1964 leemos que hay «signos de un resurgimiento de nuestras procesiones de Pasión». Y es que comenzaba la década prodigiosa.

En 1963 se crea el Imperio Romano, en 1964 la cofradía del Cristo del Perdón; en 1965 la cofradía de la Virgen del Socorro; en 1968 la cofradía del Cristo de los Gitanos (aunque sólo se mantiene hasta 1974); en 1970 la cofradía de la Virgen de la Misericordia; en 1971 la del Cristo de la Expiración; en 1972 la cofradía de la Oración en el Huerto y las del Cristo de la Sentencia y la Virgen de la Paz.

A partir de esos años, ya nada sería igual. Con todo lo que pasó en aquella década los cambios serán decisivos. A consecuencia de las nuevas formas que imprimieron la situación económica, política y social, la juventud o modestia de los grupos de personas que las fundaron, la renovación eclesial con la influencia de las directrices del Vaticano II y la nueva espiritualidad de determinados movimientos o los gustos de un tiempo que comenzaba a ser distinto, las cofradías que nacieron en aquella década unidas a la situación de las preexistentes con sus nuevas directivas, la Semana Santa de Cabra comenzaba una nueva etapa.

La evolución posterior y el empuje de las personas que han integrado e integran nuestras cofradías es una muestra más que elocuente de lo que comenzó entonces, aunque aquellos grupos humanos ni se imaginaban adónde nos llevaría. Es importante señalar que es en aquel período donde renace el sentido de hermandad como colectivo que se une en torno a una imagen y que establece unas normas de funcionamiento para poder realizar las procesiones y por tanto dar cumplimiento al papel de las cofradías cuyo fin último y primordial es precisamente ese: el culto público a las imágenes y las estaciones de penitencia o procesiones con las imágenes en la calle.

Gracias a muchos de aquellos cambios que hoy recordamos, entre 1963 y 1973 se vivió una década prodigiosa para nuestra Semana Santa. Una década que merecen ser conmemorada por las cofradías que nacieron hace medio siglo y que están hoy de celebración por tan importante aniversario para ellas pero también para la Semana Santa de Cabra.



(1) Entre otros, además de la hemeroteca digital con los periódicos digitalizados de Cabra, varias revistas cofrades y las publicaciones de las propias cofradías:

GARRIDO ORTEGA, J.M., (1995) La Semana Santa en Cabra
MORENO HURTADO, A. (varios trabajos sobre la historia de las cofradías y sobre la Semana Santa de Cabra especialmente Introducción a la Semana Santa de Cabra 1990)
PÉREZ MORAL, L. (2004) Agrupación General de Hermandades y Cofradías de Cabra. 1944-2004
RODRÍGUEZ DE MILLÁN, J. (1994) Con mi Semana Santa. Una historia de la Semana Santa de Cabra.
VV.AA. (1999) Guía histórica de Cabra
VV.AA. (2006) CUADERNOS EGABRENSES Nº25 - COFRADÍAS EGABRENSES
VV.AA. (2002) CABRA COFRADE. Una guía para conocer mejor la Semana Santa de Cabra.

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